miércoles, 29 de junio de 2011

Eje 3

“Las tecnologías digitales de naturaleza computacional son, después de la imprenta, el ferrocarril y la electricidad, el encuentro de mayor significación de las tecnologías con la sociedad.” Igarza, en “Burbujas del ocio”. Según él, los cambios más significativos de urbanización progresiva se deben a la aceleración del flujo de personas, objetos e información.  La hiperconectividad que plantea es la de estar potencialmente conectado todo el tiempo “a través de”, al menos, un dispositivo o una red.

Es en este momento en que entran en protagonismo los “BlackBerry”, que acaban siendo terminales de múltiples redes. La cultura urbana es, ante todo, una cultura mediática; esta cultura tiene como núcleo central de significación la llamada comunicación masiva, por lo tanto, la cultura masiva de los medios es la cultura hegemónica.

Las multitudes urbanas son hiperconectadas a través de redes que se solapan, por ejemplo, gracias a BlackBerry.

Para Winocur,  “la experiencia de la simultaneidad impone un presente continuo sobre el sentido del tiempo”. Según Sibila, la sociedad occidental ha atravesado en las últimas décadas un “turbulento proceso de transformaciones que alcanza todos los ámbitos y llega a insinuar una verdadera ruptura hacia un nuevo horizonte”. En ese ciberespacio a escala global germinan nuevas prácticas difíciles de catalogar, inscriptas en el naciente ámbito de la comunicación mediada por computadoras, o por la telefonía móvil inteligente.

“La cultura urbana, por definición mediática y predominantemente audiovisual, tiende a ser digital, multimedial, interactiva y en línea”, afirma Igarza. El estar o no conectados implica un nuevo nivel de dependencia social, pero a la vez, conlleva la aparición de nuevas exclusiones. Si la conectividad otorga visibilidad, la no conectividad produce invisibilidad.

Sibila, en “La intimidad como espectáculo”, confirma que sólo mil millones de los habitantes del planeta poseen una línea de teléfono fijo, de ese total, menos de un quinto tiene acceso a Internet por esa vía. Para que las cifras puedan comprenderse, agrega que el 40% de la población mundial tampoco dispone de inodoro.

En este contexto desalentador, las desigualdades parecen aumentar junto con las “fantásticas” posibilidades inauguradas por las redes interactivas. Es en este contexto en el que formula el concepto de “tecno-apartheid”, “que intenta nominar esta nueva cartografía de la Tierra como un archipiélago de ciudades o regiones muy ricas, con fuerte desarrollo tecnológico y financiero, en medio del océano de una población mundial cada vez más pobre”.

Las formas que adopten los circuitos de conectividad inalámbrica influirá en la organización de las relaciones sociales y en las formas de apropiación de los espacios públicos y semipúblicos; porque, como afirma Sibila, “usted y yo, todos nosotros, estamos “transformando la era de la información”. Estamos modificando las artes, la política y el comercio, e incluso la manera en que se percibe el mundo”. Sin embargo, es más que evidente que muchos, muchísimos de los habitantes de la tierra, nunca podrán gozar de esos privilegios, siempre y cuando los hechos sigan el curso que llevan hasta ahora.



Para leer el trabajo completo:
Eje3

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