“Las
tecnologías digitales de naturaleza computacional son, después de la imprenta,
el ferrocarril y la electricidad, el encuentro de mayor significación de las
tecnologías con la sociedad.” Igarza, en “Burbujas del ocio”. Según él, los
cambios más significativos de urbanización progresiva se deben a la aceleración
del flujo de personas, objetos e información.
La hiperconectividad que plantea es la de estar potencialmente conectado
todo el tiempo “a través de”, al menos, un dispositivo o una red.
Es en
este momento en que entran en protagonismo los “BlackBerry”, que acaban siendo
terminales de múltiples redes. La cultura urbana es, ante todo, una cultura
mediática; esta cultura tiene como núcleo central de significación la llamada
comunicación masiva, por lo tanto, la cultura masiva de los medios es la
cultura hegemónica.
Las
multitudes urbanas son hiperconectadas a través de redes que se solapan, por
ejemplo, gracias a BlackBerry.
Para
Winocur, “la experiencia de la
simultaneidad impone un presente continuo sobre el sentido del tiempo”. Según
Sibila, la sociedad occidental ha atravesado en las últimas décadas un
“turbulento proceso de transformaciones que alcanza todos los ámbitos y llega a
insinuar una verdadera ruptura hacia un nuevo horizonte”. En ese ciberespacio a
escala global germinan nuevas prácticas difíciles de catalogar, inscriptas en
el naciente ámbito de la comunicación mediada por computadoras, o por la
telefonía móvil inteligente.
“La
cultura urbana, por definición mediática y predominantemente audiovisual,
tiende a ser digital, multimedial, interactiva y en línea”, afirma Igarza. El
estar o no conectados implica un nuevo nivel de dependencia social, pero a la
vez, conlleva la aparición de nuevas exclusiones. Si la conectividad otorga visibilidad,
la no conectividad produce invisibilidad.
Sibila,
en “La intimidad como espectáculo”, confirma que sólo mil millones de los
habitantes del planeta poseen una línea de teléfono fijo, de ese total, menos
de un quinto tiene acceso a Internet por esa vía. Para que las cifras puedan
comprenderse, agrega que el 40% de la población mundial tampoco dispone de
inodoro.
En
este contexto desalentador, las desigualdades parecen aumentar junto con las
“fantásticas” posibilidades inauguradas por las redes interactivas. Es en este
contexto en el que formula el concepto de “tecno-apartheid”, “que intenta
nominar esta nueva cartografía de la
Tierra como un archipiélago de ciudades o regiones muy ricas,
con fuerte desarrollo tecnológico y financiero, en medio del océano de una
población mundial cada vez más pobre”.
Las
formas que adopten los circuitos de conectividad inalámbrica influirá en la
organización de las relaciones sociales y en las formas de apropiación de los
espacios públicos y semipúblicos; porque, como afirma Sibila, “usted y yo,
todos nosotros, estamos “transformando la era de la información”. Estamos
modificando las artes, la política y el comercio, e incluso la manera en que se
percibe el mundo”. Sin embargo, es más que evidente que muchos, muchísimos de
los habitantes de la tierra, nunca podrán gozar de esos privilegios, siempre y
cuando los hechos sigan el curso que llevan hasta ahora.
Para leer el trabajo completo:
Eje3
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